jueves, 19 de noviembre de 2015

                                                         INSTITUTO SUPERIOR DE EDUCACIÓN NORMAL.
                                                                LICENCIATURA EN EDUCACIÓNPRIMARIA



"TEXTOS DIDÁCTICOS".


  
Independencia.
 

Josefa Ortiz 1768–1824


Patriota mexicana y heroína de la independencia de México también se le conoce como la Corregidora nació en 1768 en la ciudad de Valladolid, hoy Morelia.*Hija de españoles de clase media, formada por Juan José Ortiz y Manuela Girón, a la muerte de sus padres se trasladó con su hermana mayor a la ciudad de México.

Ingresó en 1789 al colegio de San Ignacio, de monjas vizcaínas, donde aprendió a leer, escribir y nociones básicas de matemáticas, además de lo que aprendía una señorita de su clase social: bordar, coser y cocinar. Pocos años después se unió en matrimonio a Miguel Domínguez en la catedral de México.

Domínguez fue un magistrado que, en su calidad de oficial mayor, se encargaba de un oficio de gobierno a través del cual los virreyes daban curso a los negocios administrativos y que por sus conocimientos e integridad gozaba del aprecio del virrey Marquina, quien lo nombró Corregidor de Querétaro.

Josefa se ganó el aprecio de la población queretana gracias a la ayuda que le brindó a su marido y por procurar el bienestar de la ciudad, y como él fue el Corregidor, ella fue conocida como la Corregidora.

Mantuvo una estrecha relación con Ignacio Allende, su yerno, quien le daba todos los detalles del movimiento insurgente en gestación. Ella y su esposo participaron activamente e incluso, ocasionalmente, en su casa se llevaban a cabo tertulias llamadas "Academia Literaria", donde se aparentaba discutir asuntos literarios, pero en realidad eran juntas secretas donde se hablaba sobre la situación política del virreinato y de cómo solucionarla.

Al parecer, doña Josefa hacía llegar mensajes a sus correligionarios con letras recortadas de papeles impresos que acumulaba y pegaba ordenadamente en papel china. No se sabe si lo hacía para guardar su identidad.

Al ser denunciados como conspiradores por sus proclamas sediciosas contra la nación española y contra algunos ministros, los corregidores alertaron a Allende y todos los contertulios la noche del 13 de septiembre de 1810 por medio del capitán Arias, sin saber que él había sido uno de los delatores. Arias en acuerdo con el alcalde Ochoa escenificó una farsa: se capturaría a Arias el 15 por la noche en posesión de cartas comprometedoras. Con ese pretexto delató a los implicados. Así se hizo y para las 4 de la mañana del día 16 se había apresado a los conjurados, entre los que se encontraban los corregidores. Don Miguel fue llevado al convento de Santa Cruz y doña Josefa al de Santa Clara, donde fue liberada, en enero de 1814 fue detenida de nuevo. El virrey Juan Ruiz de Apodaca la liberó por decreto del 17 de junio de 1817 y murió en la ciudad de México en 1829
 

Agustín de Iturbide 1783–1824


Nació en Valladolid (la actual ciudad de Morelia), Michoacán, el 27 de noviembre de 1783. Su madre, la michoacana María Josefa de Arámburu, se casó con el rico español Joaquín de Iturbide, lo que le significó una vida disipada y de privilegios. Estudió en el seminario de su ciudad natal y luego ingresó al ejército virreinal como alférez del regimiento provincial. Al estallar el movimiento armado de 1810, el caudillo Miguel Hidalgo y Costilla lo invitó a unirse a la causa independentista con el cargo de teniente coronel, pero Iturbide optó por ponerse a las órdenes del virrey. Desde la posición de las fuerzas realistas, combatió contra los instigadores del movimiento insurgente, muy especialmente José María Morelos y Vicente Guerrero.

Al ver que la lucha declinaba en favor de la insurgencia, acordó con el mismo Guerrero declarar la independencia de México; los dos personajes se reunieron en Acatempan (actual estado de Guerrero), donde se dieron un abrazo que se haría famoso. Ambos firmaron el Plan de Iguala, posteriormente el 21 de septiembre de 1821, varios notables entre los que se encontraba Iturbide rubricaron el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Días después, el Ejército Trigarante entró en la ciudad de México.

La Junta Provisional Gubernativa lo eligió por unanimidad como presidente de la misma acto seguido y por acuerdo de Iturbide y el virrey Juan O'Donojú, se conformó la Regencia de México integrada por cinco personas: Iturbide como presidente, además del mismo O'Donojú, Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León.

Después de una revuelta callejera ocurrida el 18 de mayo de 1822, el sargento Pío Marcha y el coronel Epitacio Sánchez, al frente de Regimiento de Celaya, proclamaron a Iturbide emperador de México. El Congreso ratificó la proclamación un día después, por lo que el emperador y su esposa fueron coronados el 21 de julio de 1822. Sin embargo, republicanos y liberales seguían en pie de lucha por lograr sus ideales y no aceptaron la imposición. Combatieron sin tregua al recién coronado emperador y consiguieron su abdicación el 19 de marzo de 1823. Antes de salir del país, Iturbide reinstaló el Congreso que había sido disuelto, y luego partió con su familia rumbo a Europa, donde se estableció en Florencia y más tarde en Inglaterra.

La historia, sin embargo, no estaba completa aún. Los partidarios de Iturbide y del imperio mantuvieron su empeño –y no cejaron hasta conseguirlo– por hacerlo regresar al país. Lo paradójico fue que en lugar de la silla imperial tuvo un destino distinto: tras desembarcar el 14 de julio de 1824 en Soto la Marina, Iturbide fue aprehendido y conducido a Padilla, Tamaulipas donde se le juzgó. Su sentencia de muerte fue ejecutada el 19 de julio del mismo año.
 
Revolución.
 

La “sagrada escritura de los zapatistas” y el reparto agrario


Entre los manifiestos más significativos, después del Plan de San Luis –donde se convocó a la población a tomar las armas para defender el voto–, está el Plan de Ayala, considerado por el historiador John Womack como “la sagrada escritura” de los zapatistas.
 
Firmado el 25 de  noviembre de 1911 y proclamado tres días más tarde, este plan señaló las violaciones hechas por Francisco I. Madero al lema Sufragio Efectivo No Reelección, la imposición de José María Pino Suárez como vicepresidente, así como la de varios gobernadores de los estados, no obstante la facultad de cada jurisdicción para elegir a sus gobernantes.
 
El documento zapatista desconoció a Madero como presidente y líder de la Revolución y propuso su derrocamiento, reconociendo como jefe del movimiento al general Pascual Orozco y, de no aceptar el cargo, al general Emiliano Zapata.
La Junta Revolucionaria del estado de Morelos manifestó que hizo suyos los ideales del Plan de San Luis para defenderlos hasta la muerte y que no abandonaría las armas hasta que las dictaduras de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero se vieran nulificadas.
 
Las propiedades comunales, montes o aguas que se encontraran en manos de hacendados, caciques o científicos les serían expropiadas para entregarlas al pueblo. Para llevar a cabo las expropiaciones se aplicarían las leyes de desamortización que estableció Juárez. Los jefes militares y políticos que apoyaran a Madero y se opusieran al Plan de Ayala serían juzgados y acusados de traicionar a la patria.
 

Tratados de Ciudad Juárez


Después de los continuos enfrentamientos entre las fuerzas armadas federales y las revolucionarias, y las pláticas entre Porfirio Díaz y Francisco I. Madero para pactar un cese al fuego, los miembros del Partido Antirreeleccionista se reunieron en el campamento del ejército libertador, en los márgenes del río Bravo para discutir un acuerdo de paz nacional. En esa asamblea se convino la renuncia de Ramón Corral a la vicepresidencia del país, el nombramiento de varios gobernadores provisionales en 14 estados, así como el retiro de las fuerzas federales de Sonora, Chihuahua y Coahuila.
 
Posteriormente, el 21 de mayo de 1911, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se reunió Francisco S. Carvajal, representante del gobierno de Díaz, con Madero, Francisco Vázquez Gómez y José María Pino Suárez para acordar: la renuncia de Porfirio Díaz como presidente y de Ramón Corral como vice-presidente del país.
 
El interinato al frente del Poder Ejecutivo que por ley le correspondía a Francisco León de la Barra, quien debía convocar a elecciones presidenciales.
 
Se tomaría en cuenta la participación ciudadana de acuerdo con las necesidades de cada estado, y se harían las indemnizaciones necesarias por los prejuicios causados por la Revolución.
En el convenio se decretó el cese de las hostilidades en todo el territorio nacional, así como la reconstrucción de las vías férreas y telegráficas dañadas.
Siete días después de que se firmaron los tratados, Porfirio Díaz renunció a la presidencia por medio de un manifiesto a la nación.

Reminiscencias de la historia.
 

 

Diario de los niños


El primer periódico dedicado a los niños de México se publicó en el año de 1839, lleva por título Diario de los niños. De lectura amena e ilustrado bellamente, se editaba semanalmente bajo la dirección de Wenceslao Sánchez de la Barquera y editado por Vicente García Torres, uno de los impresores más importantes de la época. Distribuido en cuaderno de tres pliegos cada uno de 17 por 26 cm, su costo era de dos reales en la capital y tres fuera de ella. Únicamente duró dos años en circulación debido a los altos costos de producción.

Los artículos contenidos en sus tres tomos son en su mayoría, textos didácticos y moralizantes referentes a historia universal, información científica, fábulas y cuentos (traducidos del francés e inglés). Cada uno de ellos está ilustrado con litografías, pero su distinción va más allá del esplendor de dichos grabados, su verdadera relevancia bibliográfica fue la incorporación de textos con información de carácter histórico nacional; al incluir reseñas de autores mexicanos se amplió el círculo de lectores entre niños, padres y maestros, eje fundamental de la sociedad del siglo XIX, donde recaía la responsabilidad compartida de la educación. Si contextualizamos la época, comprenderemos que fue un tipo de lectura necesaria para una sociedad recién independizada, en proceso de una conciencia ciudadana y de una identidad nacional.

Por su belleza artística, tipográfica y literaria pertenece al Fondo Reservado y es un libro donde "se escriben mil cosas que son buenas para los niños, que les queremos dar, y que algun dia sabrán agradecer, porque aun y cuando no seamos sabios, somos mejicanos y patriotas como el que mas, y estamos empeñados en que los niños aprendan algo… ya que no lo podemos enseñar todo…"


 



Arte de escribir


En 1798 se publicó Arte de escribir por reglas y con muestras según la doctrina de los mejores autores antiguos y modernos, extranjeros y nacionales; el primer libro que circunda el sistema de enseñanza lectura-escritura y que por decreto real fue obra oficial para la enseñanza de la lectura y escritura en todas las ciudades, villas y lugares del reino. Este libro, incuestionable por su valor histórico y por el conocimiento que trasmite, incorpora la erudición de Torcuato Torío de la Riva y Herrero ante la historia cultural de nuestro país.

A finales del periodo colonial novohispano, la educación impartida a los niños se enfocaba a la lecto-escritura. El problema se agudizaba por la disyuntiva que prevalecía entre las dos técnicas caligráficas utilizadas en la enseñanza de las letras; el primer estilo aseguraba que la escritura caligráfica era un acto mecánico que sólo requería de paciencia y cuidado para su ejecución. El segundo método establecía reglas y preceptos de precisión, líneas y formas geométricas. A principios del siglo XIX, ambas tendencias educativas fueron substituidas por la innovadora didáctica expuesta en el libro de Torío de la Riva.

Don Torcuato Torío de la Riva y Herrero es considerado uno de los mejores calígrafos españoles. Nació el 1 de abril de 1759 en la localidad de Villaturde (Palencia). Sin haber visitado jamás el territorio de la Nueva España, aportó un legado ideológico que forma parte de nuestra identidad cultural.

En la Universidad de Valladolid estudió latín, teología y jurisprudencia en 1773. Tres años después, trabajó como aprendiz de trazador de letras junto a don Rafael de Floranes, historiador, jurista y polígrafo español, quien le enseñó la belleza de la caligrafía hasta hacerlo un adelantado en las cuestiones del trabajo de archivos, historia, paleografía y diplomacia. A la par, se inscribió en la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando para tomar clases de matemáticas y para perfeccionar los idiomas francés, italiano e inglés.

Un ejemplar de esta fascinante obra es resguardado dentro del Fondo Biblio-hemerográfico "Francisco Díaz de León Medina


 

 

 

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